To Live an Die in L.A., de William Friedkin (1985)

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To Live and Die in L.A. es una sarta de clichés:

Protagonista de moral relativa, ambas féminas en sus papeles definidos, la bella insulsa y la femme fatale, el criminal despiadado, etc. Incluso aquellos elementos que se fueron sumando al policial más clásico, como la persecución en auto o el compañero que se condena así mismo al usar la mítica “Me retiro en 2 días”. Una banda sonora y una estética completamente anclada a su época y muy poco actualizables.

¿Qué hace valiosa a esta película de William Friedkin entonces, si ya conocemos todos esos elementos?

Bueno, hay que decir que uno de los elementos fundamentales del cine yace en la máxima de que “El total es mayor a la suma de las partes”. Películas de factura brillante carecen de “alma” y otras sobrecargadas de lugares comunes, logran algo en su narrativa que nos seduce e identifica.

Voy a valerme de esto último e intentaré defender un par de puntos acá.

Primero, este ‘sincretismo’ en To Live And Die In L.A se hace evidente cuando ya pasó su momento. Es un elemento distintivo en el ‘Cine de Culto’: no tiene aceptación ni en crítica ni en público y termina defendida por un pequeño grupo de gente que finalmente logra sitiarla donde debió estar desde el inicio, y ese fue el caso acá. El problema fue lo desactualizado que quedaron los elementos antes mencionados, trivializados y satirizados hasta el hastío, lo que hizo más difícil la apreciación a la posteridad. Algo que atraviesa la filmografía de William Friedkin, la poca recepción de una narrativa firme y nítida, y, en este caso, de uno de los repartos de personajes más complejos de los policiales de su época.

Segundo, la obligación de apreciar. Friedkin entrega a los actores la construcción de un grupo de caracteres con los que identificarse no sería fácil, son gente que es demasiado falible, errático y frágil como constructo. Al héroe no le interesa salvar a nadie, el entorno no le va permitir “hacer justicia”, la ciudad no será un mejor lugar para vivir cuando todo termine. No hay satisfacción en el L.A. que habita Richard Chance, calado con precisión por William Petersen, casi a la misma altura que su otro gran papel, también de cazador obsesivo, Manhunter. Dejando de lado la nada sutil interpretación de Willem Dafoe, el resto de los personajes se construyen en detalles pequeños: Dean Stockwell, el abogado que deja poco al azar. El accesorio John Turturro. El compañero en caída libre John Pankow, la atormentada informante. Todo va sumando sin ser caricatura, porque por muy lugares comunes que todos puedan parecer, ese es el mayor mérito que tiene To Live And Die In L.A.: “el diablo que está en los detalles”, el proceso de falsificación, la quema de la pintura, la magnífica secuencia de persecución contra el tránsito, Carl Cody, todo termina conformando un elegante gran esquema sustentado en esos pormenores y que permite un desenlace totalmente atípico.

Esta es de las películas que prácticamente define a William Friedkin, director al que es necesario revisar, porque bajo ciertas aparentes falsificaciones, hay algunas obras de arte auténticas.

To Live And Die In L.A. / Vivir Y Morir En Los Ángeles. 1985. USA. Dirigida Por William Friedkin.

“El Latido de mi Corazón” de Jacques Audiard (2005)

30011752peliculasNo es exactamente cómodo  ver el Cine de Jacques Audiard. Creo que la palabra que mejor lo define es “marginal”, pero no en el sentido de estar fuera de la industria o de los recursos para producir. No son solo sus historias o sus personajes, es su narrativa, una de esas que requiere un compromiso por parte del espectador.

“De Battre Mon Coeur S’Est Arrêté” es un gran ejemplo de ello. Sin ser su película mejor lograda (esa vendría siendo Un Prophéte), este remake de la película protagonizada por Harvey Keitel , “Fingers” de 1978, nos muestra a su protagonista (Roman Durais) como un tipo con conflictos internos muy claros, pero no pretende que empatices con él. Tom Seyr es un tipo violento que se reencuentra con una parte de él, la música y su talento para ella. Para seguir ese camino frustrado lo hace a través de otra conexión rota, una mujer con la que no puede comunicarse de otra forma que no sea con la música. Elementos como la pugna emocional con un padre que le heredó esa mala sangre, conflictos laborales que conviven con la violencia o el deseo por una pareja que parece inalcanzable, van sumando en una película cohesionada alrededor de su protagonista, a quien la cámara no abandona en ningún momento.

Extraño entregarte un “héroe” que apalea gente para echarla de las casas que ocupan, y a la vez se apasiona a tal nivel con la música, primero con interpretar el piano y luego simplemente con vivirla que no conoce términos medios. Todo para Tom es violento, apasionado, febril. Audiard usa su lente para mostrarlo, Durais nunca está tranquilo, nunca está quieto, su movimiento se ha convertido en su coraza emocional, la que solo se abre en momentos de quietud cerca de las teclas blancas y negras, dejándose llevar y vivir por su herencia maternal ausente, la música.

Es en ese aspecto donde el pulso del galardonado Audiard se hace más notorio: en la construcción de un personaje perfectamente bien delineado. Manifiesta su alejamiento de la imborrable escuela francesa de la Nouvelle Vague, haciendo hincapié en  los guiones y la capacidad de los actores para interpretarlos, y sin embargo, se acerca mucho más a ella al momento de filmarlos, cámara en mano, siguiéndolos, posicionándose de manera de comprometer al espectador con las emociones del contradictorio protagonista. Es el sello de este autor que no buscó ser cineasta, a pesar de haber nacido en cuna fílmica, el llevarte a sus historias, rara vez cómodas y situarte como si estuviera contándotela en un tono oscuramente cotidiano mientras sigues a esa persona con la mirada de reojo.

Parece poco satisfactoria la firma de autor que tiene el Director parisino de ya casi 65 años, le entrega a sus protagonistas ese testigo, en inmediato compromiso con el espectador y eso es un riesgo hoy en día. Pero vale la pena llevar esa carga a este lado de la pantalla, porque uno termina adivinando movimientos, detalles, pequeños giros dramáticos, que terminan por dejar en claro que saber lo que viene en las historias de Audiard no es su gracia, es que sea él quien te las está contando, a veces sentado en el asiento de al lado, con una comodidad aturdidora.

 

De Battre Mon Coeur S’Est Arrêté / De latir Mi Corazón Se Ha Parado / El Latido De Mi Corazón. 2005. Francia. Dirigida Por Jacques Audiard.